domingo, 21 de marzo de 2010

LA BURBUJA COMO LUGAR EGREGIO DE LA MEMORIA


Existen millones de lugares constantemente en creación, que nacen y mueren en el poco impacto a la memoria. Lugares memorables y egregios que perduran en el tiempo. Lugares transitorios que pierden su identidad y no merecen ser llamados lugares, al no ser posible habitarlos por tiempos prolongados.
Lugares dentro de lugares, lugares que no parecen ser lugares. Lugares de miedo, de humor, para estar, intranquilos, para dormir, para comer… lugares creados en la multitud por nociones y preferencias individuales.

Hay un lugar particular que no existe en un lugar específico, constituido por muchos eventos que poco a poco ha coleccionado para su construcción, un lugar habitable, con espacio infinito y con ubicación variable… Es como una pelota, una gran burbuja aparentemente impenetrable. Habitarla es permitirse participar de ella, es de propiedad privada, pero guarda una interpretación personal de un todo. Permitirse habitarla, es sentir la necesidad de hacerla crecer, de alimentarla. Es un lugar que no es posible perforar, pero al que si se puede penetrar por una puerta. Es como una gran bola de naturaleza, solida pero llena de vida por dentro, es un lugar de la memoria llena de memorias e interpretaciones de los lugares por donde rueda.

Es un lugar transitoriamente perteneciente a un cuerpo, un lugar guardado, encadenado a una memoria individual, un lugar evolutivo, un lugar que merece ser compartido:

Imaginario con tendencia a la modificación. Aparentemente se ubicaría en el interno, en el inmaterial propio, -lejos de las miradas ajenas-, pero, la realidad es otra: existen lugares por donde rueda la esfera que la vuelven vulnerada, hay lugares donde permite ser penetrada, desestabilizada, transformada y reconstruida; donde reconoce ser esfera de bejucos e identifica sus multiformas; gruesas, delgadas, largas cortas -muchas hebras tejidas, constituyendo su cuerpo, un espacio de propiedad múltiple, continente de un todo. Se reconoce colectiva…

Es de naturaleza efímera, propensa a desvanecer en su particular forma, puede llegar a ser una montaña de cenizas sin dejar de ser , “desaparece de un espacio y empieza a habitar otro espacio y forma”, porque ni ella misma es la forma, habita en el imaginario, se renueva, reconstituye y recrea. Va mutando y nutriendo en la experiencia combinada.